RNMC

Este proyecto nace del deseo de una pareja de convertir su vivienda en ese lugar donde siempre quieren volver. Un espacio pensado para el descanso, la belleza y la calidez. Su referencia emocional era clara: querían que su casa se sintiera como esos hoteles que tanto disfrutan cuando viajan. No solo por la estética cuidada, sino por la sensación de orden, intimidad y bienestar que les transmiten.

La vivienda original ofrecía un potencial amplio, y el reto consistía en equilibrar dos mundos que, a priori, parecen opuestos: por un lado, una zona privada que funcionara como un refugio personal, y por otro, una zona común abierta, vívida, preparada para recibir a la familia sin que cocinar signifique aislarse.

La nueva distribución articula ambos deseos con fluidez. La cocina, amplia y generosa, se convierte en el corazón de la casa: un lugar donde mostrar y conservar con orgullo la vajilla familiar heredada, y a la vez esconder lo que no aporta (zonas de lavandería y limpieza quedan ocultas, integradas sin estridencias). La zona social se abre y permite compartir sin interrupciones, manteniendo siempre una atmósfera sofisticada y cohesionada.

En el área privada, la habitación principal se plantea como una suite doméstica: espaciosa, serena, y con un vestidor que no solo organiza, sino que estructura el espacio. El lavamanos, separado del núcleo del baño y situado dentro del vestidor como si fuera una escultura, añade un punto inesperado y sofisticado que refuerza la idea de hotel-hogar.

El resultado es una vivienda con identidad, donde cada decisión busca el equilibrio entre lo vivido, lo compartido y lo soñado. Un hogar donde cada estancia invita a quedarse un poco más.